Cuando asignamos un calificativo o etiqueta a nuestra persona u otras personas (lento, desordenado, malo en la escuela, mala memoria, el bufón, depresivo, apático, callado, travieso, tímido, callado, desesperado, hiperactivo, comelón, desastroso, escandaloso, grosero, etc.), estamos limitando nuestra capacidad de ver el potencial que nosotros o esa otra persona tiene, mucho más allá de lo que que estamos "observando".Todos los juicios que emitimos y calificativos, mejor conocidos como "etiquetas", son parte de nuestras creencias, nuestra herencia familiar, educación (en casa y en la escuela), nuestra cultura, religión, y por supuesto de nuestros miedos generados por las experiencias de vida de nuestra familia y de nosotros mismos. Todos los eventos enlistados anteriormente son algunos de los que nos llevan a pensar que "sabemos" cuál es la mejor manera en la que otros deben ser, pensar y funcionar. El científico y humanista Humberto Maturana dice: "