La conocí en la Ciudad de México durante uno de mis viajes de trabajo sin haberlo planeado. Lo único que sabía de ella es que era una mujer incansable y que a pesar de su condición, viajaba “al infinito y más allá” para lograr que sus sueños se convirtieran en realidad. También me enteré que era soñadora e intuí que se encontraba rodeada de un ejército de personas, a las que yo llamaré “angeles”, que la llevan, la traen, la acompañan, la apoyan, la aconsejan, la frenan y la asesoran… Su nombre es Maite.
Maite nació en la Ciudad de México hace treinta y tantos años… o quizá más. Era un día feriado cuando su mamá ingresó al hospital para dar a luz, y cuál fue la sorpresa de la familia al enterarse que el nacimiento de Maite requería de una cesárea fuera de tiempo y no había personal médico en el momento para poder atender la emergencia. Una enfermera fue quién mandó al padre de Maite a buscar ayuda en otro lugar porque en ese hospital no encontrarían lo que se requería. Finalmente Maite nació en dónde le correspondió nacer. Con una hemorragia cerebral, el pronóstico fue en ese momento: “la niña no logrará sobrevivir”… ¿Qué hace un ser humano dictaminando la vida de otro ser humano cuando en realidad solamente cuenta con la información que sus ojos físicos pueden ver? En fin… ese es otro asunto que no viene al caso en este momento. ¡Maite la libró! Y no solamente logró sobrevivir, sino que también ha resultado ser un regalo para la humanidad entera (aunque ella misma quizá no lo sepa).
Maite Ibarra recibió un diagnóstico “poco” prometedor: “Parálisis cerebral motor y del habla”. Sin embargo y a pesar de sus grandes retos, es una mujer que cuando te sientas a su lado, la miras a los ojos y enfocas toda tu atención para conversar con ella, experimentas una conexión con una energía “de otra dimensión” que solamente puede ser emitida por personas que han logrado aceptarse así mismas, con sus grandes retos y sus fantásticos atributos, y utilizar este auto-conocimiento para salir al mundo a repartir esa aceptación de sí mismas que les ha permitido experimentar el verdadero amor.
“Puedes hacer muchas cosas pero patinar no, que se acabe el drama! No es tragedia, tienes muchas capacidades intelectuales por arriba de muchas personas, ¿por qué te aferras a algo que no puedes hacer?”
Estas fueron las palabras que Maite recuerda de su padre, un día en el que ella insistía en ir a patinar con un grupo de amigas de la escuela primaria a la que asistió. La madre de Maite intentó persuadir a la niña y modificar el plan a las amigas para elegir otra actividad pero Maite insistía y demandaba ir a patinar hasta que su padre con todo amor y firmeza le dio un rotundo NO. ¿Cuántos padres hoy en día tienen miedo a dar un NO rotundo a sus hijos por miedo a perder su amor, su respeto, su admiración…. Por miedo a ser observados como los malos del cuento y los ogros de la historia? Para Maite este rotundo NO de su padre fue doloroso en el momento y de alto impacto. Sin embargo, según ella me comentó, esta experiencia es la que la ha llevado a reconocer sus limitaciones y a engrandecer y “explotar” sus grandes fortalezas.
Es verdad que los padres tenemos la obligación amorosa de querer que nuestros hijos logren y obtengan lo mejor. Sin embargo, como le ocurrió a Maite, los padres también tenemos el deber de marcar los límites claros, con amor y con firmeza de aquello que no está sujeto a negociación porque simple y sencillamente “no está permitido”. ¿Qué hubiera sido de Maite si su padre hubiera aceptado que la mamá le cambiara todos los planes a las amigas de no ir a patinar para no “lastimar” los sentimientos de su hija? No lo sabemos, pero esta lección de vida ha marcado la grandeza de Maite que con mucho esfuerzo y todo el apoyo de su familia y amigos, se graduó de la Licenciatura de Filosofía, tiene una maestría en Psicología y otra en Desarrollo Humano, además de ser fundadora de “TrueQMex” www.facebook.com/trueqmx/ , una organización sin fines de lucro que reparte amor a través del apoyo emocional y en especie a los más desprotegidos y de la cual todos nosotros podemos ser parte.
Hoy hago un homenaje a las vidas de Maite Ibarra y de muchas otras personas que he tenido el honor de conocer, que al igual que ella, han luchado contra la adversidad física y las creencias sociales, para dar al mundo todo lo que la vida les ha dado a ellos también. Gracias Maite por compartir tu historia conmigo y gracias especialmente por compartir a tu ángel Yiyo. Después de todo, el amor es omnipresente y puede transmitirse a través de una palabra, un silencio, una caricia, una mirada, un regalo, una sonrisa, una canción, un pedazo de pan y también a través de los ángeles prestados…
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