perfección sin darnos cuenta que estamos juzgando
nuestras propias debilidades y carencias”
Es prudente hacer un paréntesis en
este punto de esta historia para subrayar algo que considero importante: Este
escrito pretende narrar la manera en la que el autismo me conoció a mí (Lola) y
no viceversa, lo cual significa que Lola ya tenía una historia de vida antes de
que el autismo tocara a su puerta. El diagnóstico llegó de manera contundente e
inesperada. Sin embargo, para ese momento ya existía una mujer construida a
través de sus experiencias de vida, de sus creencias, de todo lo transferido
por sus generaciones anteriores, su educación y de todo el bagaje cultural,
social y religioso que implican 30 años de vida, que fue la edad en la que el
autismo se hizo presente en mi vida.
Aclarado lo anterior, debo también
advertir al lector que existe la posibilidad de que al leer algunas de mis
vivencias, quizá sientan el deseo de compararme, de juzgarme y colocarme
etiquetas, de sentirse sorprendidos, ofendidos, incómodos e incluso indignados
por algunas de las decisiones que tomé bajo determinadas circunstancias. Si
alguno de ustedes comienza a experimentar esta “sintomatología”, les sugiero
que cierren este libro, lo coloquen en la repisa de las lecturas que tienen en
pausa, y retomen su lectura en otro momento en el que su mente y su corazón
estén abiertos a leer “sin prejuicios” y que se sientan capaces de hacerlo
simplemente para conocer, comprender y experimentar emociones de una de las
millones de historias que existen al rededor del mundo de personas que por
años, e incluso por generaciones, deciden guardar silencio y masticar todos sus
secretos por tiempo indefinido, sin darse cuenta de que al callar y no
atreverse a contar su verdad, lo único que hacen es provocar un daño
irreversible a su cuerpo, mente y alma. El daño que provocan los secretos no contados
puede ser tan impactante, que afecta las vidas de nuestros descendientes de
manera inconsciente. Al callar nuestros “oscuros” secretos, corremos el riesgo
de que nuestras nuevas generaciones lleven en sus espaldas consecuencias
inexplicables por el pesado equipaje de los secretos familiares. Después de
todo, la biología de nuestros cuerpos y la Biblia nos lo dicen: “Los pecados
(secretos familiares) de los padres los pagarán los hijos hasta la tercera y
cuarta generación”.
Quiero también aclarar, que desde mi
percepción respecto a “mis” experiencias de vida, el diagnóstico del autismo de
mi hijo mayor Eric, no es un evento aislado que me ocurrió por casualidad, mala
suerte, karma, lección de vida o castigo divino. Ocurrió porque a mí, a su
padre y a nuestras familias, nos corresponde transformarnos y evolucionar a
través de la experiencia de un diagnóstico que es silencioso; incomprensible a
las mentes estructuradas y a los ojos ciegos. Nos corresponde transformarnos en
la convivencia con un ser humano que puede leer nuestras emociones y oler
nuestros sentimientos pero no puede comprender nuestras mentes caóticas,
lógicas, controladoras, inflexibles y limitantes. Eric vino a darnos la
oportunidad de adquirir nuestra libertad y contar nuestra propia historia sin
silencios ridículos provocados por nuestras creencias y por el “qué dirán”.
Vino también a darnos las herramientas para expandir nuestras mentes y abrir
nuestros corazones para poder atrevernos a vivir aquello que jamás creímos
posible. Eric está aquí para hacernos entender que lo imposible es solamente
producto de nuestras propias limitaciones y que por lo tanto no existen límites
en nuestros sueños y deseos. Eric, desde mi propia visión, es un símbolo de
evolución que nos da la oportunidad de experimentar el verdadero significado
del cambio y la evolución. Eric, y quizá todos los Erics que existen en el
planeta, se prestaron como voluntarios para ser el “pretexto” que llevará a los
sistemas humanos (educativo, social, económico, religioso y político) a
transformarse desde dentro, para incluir a esas personas que rompen con todos
los paradigmas sociales establecidos.
Hechas todas estas advertencias y
aclaraciones, puedo continuar compartiendo libremente mi historia para que
ustedes puedan conocer como el autismo conoció a Lola, y como ella ha logrado
transformarse a partir de esa condición de su hijo y de todas las condiciones
que le fueron impuestas y las que ella ha elegido experimentar a lo largo de su
vida...
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