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Lola aclara el camino


Entrada 6


“Cuando juzgamos a otro, nos colocamos en el lugar de la
perfección sin darnos cuenta que estamos juzgando
nuestras propias debilidades y carencias”

Es prudente hacer un paréntesis en este punto de esta historia para subrayar algo que considero importante: Este escrito pretende narrar la manera en la que el autismo me conoció a mí (Lola) y no viceversa, lo cual significa que Lola ya tenía una historia de vida antes de que el autismo tocara a su puerta. El diagnóstico llegó de manera contundente e inesperada. Sin embargo, para ese momento ya existía una mujer construida a través de sus experiencias de vida, de sus creencias, de todo lo transferido por sus generaciones anteriores, su educación y de todo el bagaje cultural, social y religioso que implican 30 años de vida, que fue la edad en la que el autismo se hizo presente en mi vida.
Aclarado lo anterior, debo también advertir al lector que existe la posibilidad de que al leer algunas de mis vivencias, quizá sientan el deseo de compararme, de juzgarme y colocarme etiquetas, de sentirse sorprendidos, ofendidos, incómodos e incluso indignados por algunas de las decisiones que tomé bajo determinadas circunstancias. Si alguno de ustedes comienza a experimentar esta “sintomatología”, les sugiero que cierren este libro, lo coloquen en la repisa de las lecturas que tienen en pausa, y retomen su lectura en otro momento en el que su mente y su corazón estén abiertos a leer “sin prejuicios” y que se sientan capaces de hacerlo simplemente para conocer, comprender y experimentar emociones de una de las millones de historias que existen al rededor del mundo de personas que por años, e incluso por generaciones, deciden guardar silencio y masticar todos sus secretos por tiempo indefinido, sin darse cuenta de que al callar y no atreverse a contar su verdad, lo único que hacen es provocar un daño irreversible a su cuerpo, mente y alma. El daño que provocan los secretos no contados puede ser tan impactante, que afecta las vidas de nuestros descendientes de manera inconsciente. Al callar nuestros “oscuros” secretos, corremos el riesgo de que nuestras nuevas generaciones lleven en sus espaldas  consecuencias inexplicables por el pesado equipaje de los secretos familiares. Después de todo, la biología de nuestros cuerpos y la Biblia nos lo dicen: “Los pecados (secretos familiares) de los padres los pagarán los hijos hasta la tercera y cuarta generación”.
Quiero también aclarar, que desde mi percepción respecto a “mis” experiencias de vida, el diagnóstico del autismo de mi hijo mayor Eric, no es un evento aislado que me ocurrió por casualidad, mala suerte, karma, lección de vida o castigo divino. Ocurrió porque a mí, a su padre y a nuestras familias, nos corresponde transformarnos y evolucionar a través de la experiencia de un diagnóstico que es silencioso; incomprensible a las mentes estructuradas y a los ojos ciegos. Nos corresponde transformarnos en la convivencia con un ser humano que puede leer nuestras emociones y oler nuestros sentimientos pero no puede comprender nuestras mentes caóticas, lógicas, controladoras, inflexibles y limitantes. Eric vino a darnos la oportunidad de adquirir nuestra libertad y contar nuestra propia historia sin silencios ridículos provocados por nuestras creencias y por el “qué dirán”. Vino también a darnos las herramientas para expandir nuestras mentes y abrir nuestros corazones para poder atrevernos a vivir aquello que jamás creímos posible. Eric está aquí para hacernos entender que lo imposible es solamente producto de nuestras propias limitaciones y que por lo tanto no existen límites en nuestros sueños y deseos. Eric, desde mi propia visión, es un símbolo de evolución que nos da la oportunidad de experimentar el verdadero significado del cambio y la evolución. Eric, y quizá todos los Erics que existen en el planeta, se prestaron como voluntarios para ser el “pretexto” que llevará a los sistemas humanos (educativo, social, económico, religioso y político) a transformarse desde dentro, para incluir a esas personas que rompen con todos los paradigmas sociales establecidos.
Hechas todas estas advertencias y aclaraciones, puedo continuar compartiendo libremente mi historia para que ustedes puedan conocer como el autismo conoció a Lola, y como ella ha logrado transformarse a partir de esa condición de su hijo y de todas las condiciones que le fueron impuestas y las que ella ha elegido experimentar a lo largo de su vida...


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