Ir al contenido principal

Ni siquiera el diagnóstico de autismo es casualidad...



Entrada 1
“Hace ya algún tiempo que dejé de creer en
las casualidades y las coincidencias”


En muchos lugares he leído y escuchado un sin número de veces la frase: “las casualidades no existen, existen las causalidades”. Era doloroso y complicado leer esta frase, ya que para mí significaba que el diagnóstico de autismo de mi hijo Eric era la causa de algo que yo misma había ocasionado de manera inconsciente en algún momento de mi vida. Pasaron algunos años antes de comprender que no tenía nada que ver con que yo fuera la “culpable” del diagnóstico de mi hijo, más bien era responsable de la manera en la que yo estaba observando mi vida a partir del momento en el que un grupo de especialistas me dijeron: “su hijo tiene autismo”.
Fue uno de esos días en los que observaba de cerca a Eric cuando supe que algo era diferente... Poco tiempo después de cumplir los 18 meses de edad, él era un bebé hermoso que señalaba las partes de su cuerpo cuando yo se lo pedía, aplaudía, decía “mamá” y agitaba su mano para decir “adiós”… Pero un día, como si hubiera aparecido la bruja del cuento de la Bella Durmiente para poner un hechizo sobre mi hijo, ¡todo desapareció como por arte de magia! Todo aquello que Eric era capaz de hacer para comunicarse y socializar se desvaneció ante mis ojos.
Siempre fui una amante de los niños. Desde los 4 años de edad sabía que quería ser maestra de niños pequeños. Mi juego preferido era el de “la escuelita” y no me importaba qué otro juego los niños querían jugar, yo siempre los mandaba a la escuelita primero. Yo era la maestra, enseñaba la lección, los dejaba salir al recreo, les daba tarea y después los liberaba para ir a jugar lo que quisieran y yo me incorporaba con ellos en ese otro juego. Era la clásica niña y después adolescente, que sabía exactamente lo que quería ser de grande y sin temor a equivocarme. Me fascinaba cargar a los bebés, cambiarles el pañal, darles de comer y sacarles los gases, limpiarles el vómito, arrullarlos cuando estaban irritables y no querían dormir, jugar con ellos, enseñarles palabras, mostrarles juguetes y libros. Sabía perfectamente cómo calmar a un niño pequeño ansioso, asustado o enojado. Era como si hubiera nacido con el don de la educación, la crianza y la curiosidad infinita por el comportamiento de los niños. En cualquier casa que visitaba y me encontraba un bebé o niño pequeño, me sentía realizada como John Silver en la Isla del Tesoro y no era necesario que ningún otro niño quisiera jugar conmigo porque mi único interés era el de asegurar el bienestar y la felicidad de ese bebé o niño pequeño. En ocasiones, cuando iba al supermercado con mi mamá y en la fila para pagar nos topábamos con alguna mamá cargando a su bebé, yo obligaba a mi madre a que pidiera a esa mamá que me dejara cargar al pequeño por unos minutos, algunas mujeres accedían y otras nos miraban como insectos raros. Yo me sentía inmensamente feliz y extasiada, igual Alicia en el País de las Maravillas, siempre que podía tener a un niño pequeño en mis brazos.
Todo esto lo cuento para que logren visualizar el nivel de comprensión y conocimiento que yo ya tenía para el día 22 de Septiembre de 1996 a los 27 años de edad, que tuve en mis brazos por primera vez a mi propio hijo. Definitivamente era una mamá primeriza pero con una experiencia y sabiduría de vida sobre la maternidad, la crianza y la educación que provenía desde dimensiones que para mi en ese momento no eran comprendidas.
En conclusión, cuando observé que Eric a los 18 meses de edad, perdía todas sus formas de comunicarse conmigo y con su padre y nosotros con él… no tuve que esperar el diagnóstico de los especialistas; yo ya sabía el nombre del diagnóstico. La vida, hacía algunos años, me había ya mostrado que tendría una experiencia cercana con el autismo y que no se trataría de una casualidad, sino de una oportunidad y de una misión de vida…

¿Quieres saber de que se trató ese aviso que recibí a los 19 años? En mi siguiente entrada del blog te lo contaré…

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Mi sobrino se rehúsa a asistir a la preparatoria. Él está diagnosticado con autismo, ¿cómo podemos ayudarlo?

Esta pregunta tiene un sin número de respuestas, ya que todo depende de las habilidades, retos, experiencias, apoyos escolares, la comunicación entre padres y escuela que han venido asistiendo durante los primeros años de escuela de Antonio. Para responder de manera objetiva, debo citar lo que la tía de Antonio me comentó: “Antonio tiene una condición rara, los médicos y psicólogos no han dado con su padecimiento, dicen que es un síndrome pero que lo diagnostican como autismo para que tenga la ayuda en la escuela. El tiene problemas con adaptación social, sin embargo actúa casi normal. Antonio es muy bueno dibujando y en los deportes, especialmente el futbol americano. Es un chico de rutina, le cuesta trabajo salir de ella pero finalmente acepta; en general es obediente; también es repetitivo: hace o dice una cosa hasta que se le dice “fue suficiente”. Salió con un buen promedio de la secundaria.” En la actualidad, la escuela ha dejado de ser el lugar favorito de much...

Los que no saben del autismo

Cuando mi hijo mayor, Eric, fue diagnosticado con autismo en 1998 yo no tenía ni la menor idea de lo que la palabra “autismo” significaba. No sabía que el autismo era un trastorno del neurodesarrollo con el que mi hijo había nacido. No imaginaba que “no” había cura o reparación, tampoco tenía idea de que los niños con autismo presentaban capacidades y necesidades diferentes entre sí, en cuanto a niveles de intensidad y apoyo. Pensaba que la culpa de este trastorno en Eric era por su papá porque él tiene un hermano con un trastorno mental, o quizá era culpa mía por haber pasado momentos de gran tristeza y periodos de adaptación desafiantes para aprender a vivir en un nuevo país y convivir con una cultura que no es la mía. En pocas palabras en aquella época yo era una verdadera ignorante que no sabía nada sobre mi propio hijo Me sentía víctima de las circunstancias y de la vida misma. Trataba de encontrar un responsable de lo que estaba viviendo, me manifestaba como una “pobreci...

Inclusión, ¿una utopía o una realidad?

Inclusión... ¿una utopía?, ¿un ideal?, ¿un sueño inalcanzable para la raza humana? No lo sé, pero mientras exista el mal entendimiento de que somos una especie con una inmensa diversidad y por lo tanto de inagotables diferencias, será un reto entender de raíz lo que es la inclusión y llevarla a cabo. La inclusión no debe ocurrir únicamente con personas con diagnósticos neurológicos o biológicos, la inclusión debe ocurrir bajo cualquier circunstancia en la que una persona o un grupo de personas sean mal entendidas por el resto. La exclusión ocurre con los adolescentes están por vivir una etapa mal entendida y los tachamos de rebeldes, no pensantes e irresponsables; con el autismo por ser una condición que no tiene explicación "lógica" y por lo tanto, no hay lógica general para relacionarse con ellos. Con los diagnósticos en los que faltan o sobran cromosomas porque físicamente nos parecen diferentes y sus necesidades biológicas son muy diferentes a las del resto. Co...